En el jardín de la casa de Willian en el barrio de Chelsea destaca una mesa extraña, ovalada, parecida a la de ping-pong en tamaño pero tan curvada que la bola haría extraños… si no fuera porque Willian para jugar a ‘teqball’ utiliza un balón de fútbol. Ronaldinho puso de moda este extraño deporte en el que o dominas muchísimo el balón o no haces ni un punto. Willian es otro virtuoso.

Una sala de cine, una piscina climatizada y una cómoda butaca para jugar a la PlayStation son los otros lujos de una casa donde sólo falta el sol. Willian aún recuerda el 5 de febrero del año pasado, cuando viajó a Barcelona para disfrutar de tres días libres. Febrero y la temperatura era espectacular. Alojado en el hotel W, con vistas maravillosas al Mediterráneo, solo le faltó disfrutar de una de las fiestas de cumpleaños de Neymar para pensar ‘dios, aquí sí viven bien’.

Necesitaba Willian esos días de relax con sus íntimos amigos de la seleçao Neymar y Alves porque la vida le había castigado con la crueldad que sólo castiga el cáncer. Hacía dos años que a su madre MªJoséDona Zezé , le habían diagnosticado un cáncer en la cabeza y ella luchó hasta el final. Sesiones de quimioterapia, operaciones y dos meses ingresada en el hospital antes de que se apagase su luz y ni en ese momento de lucha dejó los ovillos de lana con los que le hacia a su hijo unos gorros espectaculares para protegerse del frío.

Dona Zezé hablaba con Willian antes de los partidos. Rezaba por él. Cuando falleció, Willian se hundió. Perdió 4 kilos de masa muscular, no tenía fuerzas, todo le importaba poco. El cáncer no entiende de sentimientos. Conte tuvo paciencia, se reía también con las animaladas de Diego Costa , tan taciturno en el campo como entrañable fuera.

Willian fue uno de los destacados del partido entre el Chelsea y el Barça, no sólo por el gol que mantiene abierta la eliminatoria, también por esos dos postes que elevaron al Chelsea a categoría de serio candidato. Su futbol es tan brasileño como su mentalidad pero la enfermedad y muerte de su madre le enseñó a no dejar nada para mañana.

Cuando Dona Zezé estaba en el hospital cerca del final, Willian cogía un avión, cruzaba el océano y pasaba unas horas con su madre. Hablaban de la vida, del fútbol que a ella también apasionaba, de sus hijas. Ella ya no está pero el internacional brasileño tiene la profunda convicción que en cada uno de los gorros que ella tejió antes de su muerte está la fuerza para seguir creyendo.

Willian se enamoró de Barcelona, de su luz, del mar, de la vida. Entiende mejor que nadie la ‘saudade’ de Neymar cuando recuerda como vivía en la Ciudad Condal. Es una de las amenazas de un Chelsea completísimo. Atención a ese partido, Willian no lo jugará solo.