El Atlético de Madrid solventó con triunfo un combate con el Getafe, al que superó primero desde el talento de Antoine Griezmann, aprovechado por Ángel Correa en el 1-0, y al que doblegó después con el 2-0 de Diego Costa, expulsado por doble amarilla en la misma jugada , cuando festejó su gol con el público.

Una imprudencia en el minuto 67 del atacante hispano-brasileño, con tantas ganas y tan alocado por el gol que no deparó en que tenía ya una amarilla y en que tal celebración conllevaba una más y una expulsión que asumió incrédulo, justo en el día de su reencuentro con su afición, el momento que tanto había esperado el último año.

No puso en riesgo el triunfo del equipo rojiblanco, porque el partido ya estaba prácticamente resuelto con el 2-0 suyo y porque el Getafe ni siquiera apuntó sobre la portería de Jan Oblak en todo ese tramo final, inalterable el marcador y la victoria del Atlético , reactivado de nuevo en la persecución, aún lejana, del Barcelona.

El Atlético sólo dudó los primeros diez minutos. Hasta entonces, con unos cuantos acercamientos del Getafe -una vaselina fallida de Ángel Rodríguez y dos remates flojos de Amath-, no había sido capaz de jugar en campo contrario con constancia; desde entonces, sí lo hizo, cuando encontró el desborde que aporta el talento.

Es indiscutible en el francés Antoine Griezmann. Desde su juego entre líneas, cuando abandonó la posición de partida en la derecha rumbo al centro, con apenas diez minutos jugados, para moverse sin ataduras por cualquier flanco ofensivo, provocó un jeroglífico que tardó en resolver la defensa del Getafe. Para entonces ya iba 1-0.

Protagonista de una ocasión antes, un ejemplo evidente de la liberación que le permite jugar junto a una referencia tan clara en ataque como Diego Costa , enfiló al Atlético hacia el 1-0, con una acción individual en la que sorteó un par de adversarios y regaló la pelota a la entrada de Correa, que definió cruzado con el exterior.

Hasta un rato después del gol, en el minuto 18, encadenó fútbol el equipo rojiblanco subido en las asociaciones veloces que proponían Carrasco, Griezmann y Diego Costa , reencontrado con su afición, el momento que había esperado tanto en el último año y medio, con su versión peleona, potente, vertical y trepidante.

Pero el partido, encarrilado por la diferencia que había marcado el talento del Atlético y Griezmann, derivó desde entonces hasta el descanso en un serial de encontronazos, tarjetas -seis desde el minuto 24 hasta el intermedio-; un combate de fricciones interminables y repleto de tensión mientras se apagaba el juego.

Ya, entre tantos choques, faltas y protestas, rodeado el árbitro Munuera Montero cada vez que tomaba una decisión que no le gustaba a un equipo o a otro, dentro de un ambiente hostil, no hubo fútbol, nada que apuntara al 2-0 o al empate, apenas un tiro de Ángel Rodríguez que terminó mansamente en las manos de Jan Oblak.

Rebajada la bronca, serenados ambos equipos en ese sentido en el descanso, todo volvió al origen, al ritmo que marcó el Atlético, en ventaja, controlador, con una oportunidad de Diego Costa , que envió a la grada el regalo que le había ofrecido Damián Suárez, y con poca respuesta ofensiva del Getafe, interesado, pero sin muchos riesgos.

También sin recursos para poner en una discusión real el triunfo del Atlético, que aseguró la victoria al contragolpe, con una nueva asistencia de Sime Vrsaljko desde la banda derecha y con el remate de Diego Costa ; goleador y expulsado a la vez, por celebrar el gol en la grada. Fue su segunda amarilla. Un daño colateral del triunfo.