El Chelsea se encalló, deshilachado ante el Everton, intermitente e impreciso (0-0). Le nubló la niebla que hubo en Liverpool, sin continuidad con el balón. Sin Cesc en el césped, el equipo quedó algo desarticulado aunque llevó constantemente la iniciativa. Sin Morata, Conte confía en Hazard en posición de falso ariete, donde se movió a su antojo, a veces en punta y otras en la base para ayudar a los suyos. Cuando eso ocurre, Pedro y Willian se cierran y se abren Marcos Alonso y Moses, dos laterales más ofensivos que defensivos. Un empate, sin embargo, que significa un paso atrás y que obliga a rebajar sus pretensiones en liga.

Al Chelsea le faltó fluidez y algo de suerte, pues Jagielka apareció de forma decisiva en una misma jugada en la que, bajo palos, salvó dos remates francos. El primero de Marcos Alonso, el segundo de Willian. Dos ocasiones manifiestas para los visitantes, que a pesar de su composición granítica en la medular concedió algunas pérdidas importantes. Una de Bakayoko habilitó la recuperación de Davies, que remató desviado.

Con Allardyce, el Everton acumula cuatro triunfos en los últimos cinco, números que explican su despegue en Premier. La tuvieron los locales al filo del descanso, tras un robo de Calvert-Lewin que aprovechó el joven inglés, aunque su remate lo rechazó la guardia de Courtois, que apenas tuvo trabajo en Goodison Park.

Obligado a despertar, insatisfecho por el empate, el Chelsea reaccionó pronto tras el descanso. A través de Pedro, inquieto en ataque, autor de una ocasión clara en el primer tiempo y protagonista en la reanudación, aunque el disparo del canario no encontró fortuna. Ingresó Sandro para un Everton en busca de chispa, aunque el choque se interrumpió en varias ocasiones. No se conformó tampoco Allardyce -con su característico pinganillo en la oreja-, enfadado por algunos detalles de sus pupilos, desesperado ante el vendaval del Chelsea, que con la entrada de Fàbregas amenazó sobre el área de Pickford.

El mayor peligro, en cambio, llegó tras un cabezazo involuntario de Willams contra su arco, estrellado en el larguero para fortuna de los de la capital inglesa. Asedió el Chelsea en los últimos diez minutos ante un Everton que achicó agua, orgulloso por el empate que cosechaba ante el vigente campeón. Un equipo que insistió, no bajó los brazos pero se quedó a medio camino. Un pequeño tropiezo que el City puede cambiarle el tamaño. La cabeza está muy lejos.