Sin turbulencias y con una comodidad inusitada, Independiente se metió entre los cuatro mejores de la Copa Sudamericana, algo que no conseguía desde 2010, año en que salió campeón. Lo hizo después de terminar la faena con Nacional, llave que había quedado muy a su favor luego de golear 4 a 1 en Asunción, la semana pasada, y que se cerró anoche con un 2 a 0 de compromiso. Sin Racing en el camino, el rival preferido por los hinchas, ahora se cruzará con Libertad, que ocupa el noveno lugar de la tabla de posiciones de la liga paraguaya. En el Libertadores de América, ayer, después de mucho tiempo, hubo una ilusión justificada: el Rojo, una manada de lobos hambrienta, está a dos pasos de sumar un título tras siete años de sequía.

El de ayer fue un partido sin dramatismo. Nunca antes el Independiente de Ariel Holan había jugado con tan poca presión. Sabiendo que la marea estaba volcada a su favor, el entrenador se permitió introducir algunas variantes. Sin Fabricio Bustos -lesionado-, cambió de banda al lateral Gastón Silva y lo hizo trabajar en la derecha, incómodo por el perfil opuesto. Le dio terreno a Juan Manuel Martínez y a Emmanuel Gigliotti, dos habituales suplentes. Sánchez Miño, que había perdido su lugar, estuvo desde el arranque. En la segunda parte el DT se dio cuenta de que no le había funcionado: mandó a Silva a la izquierda, liberó a Sánchez Miño -el mejor de la noche- al mediocampo y probó a Meza como marcador de punta derecho.

Mientras que la gente en las tribunas se acordaba de su clásico rival, Independiente tuvo que esforzarse sobre el terreno para no perder el hilo conductor de un enfrentamiento que ya estaba definido. Nacional, al límite de la eliminación, jugó sin ansiedad. Se notó sobre todo durante los primeros minutos del partido, momento en el que la visita trató de forzar sin éxito el descalabro. El Rojo superó el asedio territorial del inicio y, a partir de ahí, controló el pulso.

El segundo tiempo de Independiente fue una función estelar del circuito que perfeccionó Holan durante todos estos meses. Los jugadores se soltaron más, Nacional abandonó la esperanza de una remontada épica y el Rojo, con un ADN reconocible, desplegó todo su arsenal de movimientos. A los seis minutos de la última etapa el Burrito Martínez puso el 1 a 0 que descargó aún más la batería de los paraguayos. Poco después llegó el segundo gol del partido, esta vez de Gigliotti -asistido por Sánchez Miño-, toda una obra maestra del funcionamiento colectivo. Fue el telón, la daga de un conjunto feroz.

Independiente, después de siete años, está en las semifinales de una copa. Lo espera Libertad. En menos de tres semanas se jugará la ida, de visitante; la vuelta será siete días más tarde, en Avellaneda, ciudad que ayer quedó dominada por un sueño.