La admiración que despierta Leo Messi por todo el mundo alcanzó un punto culminante el miércoles en Lisboa. En el José Alvalade, la casa de Cristiano Ronaldo porque se formó en el Sporting Club de Portugal, un estadio en el que los aficionados portugueses corearon el nombre del máximo rival del argentino por todos los premios individuales para recordar al barcelonista que ellos prefieren al madridista, un joven saltó al césped a pocos minutos del final del partido y corrió hasta el ‘10’ para transmitirle su cariño respetuosamente.

Fue una imagen simbólica que Messi engrandeció con su respuesta. El espontáneo se acercó acelerado al argentino, eufórico tras burlar el cordón de seguridad, pero Leo le recibió con un abrazo y una sonrisa que le calmó. Escuchó con sensibilidad sus palabras, le puso la mano en el cuello y en el hombro como si fuese un amigo, tocó la bufanda que le mostraba y le dijo unas palabras. Hubo tanta serenidad en la escena que cuando el empleado del club ya llegaba para lanzarse a por el joven, el árbitro rumano Ovidiu Hategan le frenó porque vio que Leo ya lo tenía todo bajo control. No era necesaria ninguna medida de fuerza. Eso sí, al entender que su aventura se acababa, el aficionado sorprendió a Messicon un último gesto: se agachó, eligió su bota izquierda, le levantó el pie y la besó con delicadeza antes de desaparecer acompañado del ‘steward’, no sin un último estrechón de manos con Messi. Hasta la afición del Sporting asistió en silencio a tan tierna secuencia, aunque reaccionó al instante, ya sin el joven en el césped, con el “¡Cristiano Ronaldo!”, como si tuvieran que tapar de alguna manera que hasta en casa del portugués hay fieles a Leo.

No es la primera vez que Messi afronta situaciones así, ya sea con la camiseta del Barça o de la selección argentina, aunque no todos los que invaden el césped tienen el éxito del aficionado de Lisboa. A sus pies, en escena muy parecida a la del miércoles, sí llegó un seguidor argentino hace un año en el Argentina-Uruguay de Mendoza, clasificatorio para el Mundial 2018, para besar su bota. Y en la Copa América del Centenario de 2016, en Estados Unidos, otro también se arrodilló, y le hizo una reverencia, concretamente ante EE.UU. en Houston.

En la misma competición, contra Panamá en Chicago, un fan le tocó el pecho, pero huyó al verse perseguido. Tampoco tuvo premio un osado en el Camp Nou en la vuelta de la última semifinal de Copa contra el Atlético, interceptado. Y hay más, como el beso en la frente en un Suecia-Argentina, entre otros ejemplos de locura hacia el mejor del mundo.

La UEFA toma medidas

Lógicamente, invadir el césped ni interrumpir el juego está permitido. No todos los aficionados que saltan, además, pueden tener buenas intenciones. La UEFA ha abierto un proceso disciplinario al Sporting por el fallo de su seguridad al no impedir la aparición del espontáneo.