«Con la marcha de Neymar hemos perdido profundidad», reconocía Ernesto Valverde hace algunos días. Ahora, con la llegada de Ousmane Dembélé, el Barça no solo la recupera, sino que también se hace con uno de los jugadores más desequilibrantes del mundo. De hecho, no es exagerar decir que el francés representa, hoy por hoy, el mejor sustituto posible del crack brasileño.

El juego de Dembélé lo explica el binomio regate y velocidad. Estas son, sin duda, las dos grandes virtudes del joven delantero, capaz de irse de cuatro, cinco o hasta seis rivales en una misma jugada. En un palmo de terreno se mueve a las mil maravillas: con recortes y fintando con el cuerpo es cuando más rédito saca de su explosivo arranque.

Pero si hay algo que convierte al galo en un jugador prácticamente imposible de defender es su capacidad de mimar el cuero tanto con la zurda como con la diestra. Cuando encara a los rivales, a Dembélé tanto le da salir por un lado que por el otro. En ese aspecto recuerda al exazulgrana Pedro, quien sacaba mucha ventaja de tal privilegio y al que también era muy difícil quitarle el balón.

En una entrevista realizada cuando aún militaba en el Rennes, el propio Ousmane confirmó de una forma divertida que es imposible saber si es zurdo o diestro. Así fue el diálogo con un periodista.

– Periodista: “¿Eres zurdo o diestro?”

– Dembélé: “Mmm… Zurdo”

– Periodista: “¿Seguro? También marcas con la pierna derecha”

– Dembélé: “Sí, sí, soy zurdo”

– Periodista: “¿Pero no tiras los penaltis con la derecha?”

– Dembélé: “Mmm… Sí”

– Periodista: “¿Por qué?”

– Dembélé: “Porque chuto mejor con la derecha”

En contragolpes, su gran velocidad resulta traicionera para el oponente. A menudo parece que el galo conduce con el balón muy alejado del pie, pero es tan eléctrico que su pierna siempre llega antes -suele tirar de autopase-, lo que le permite salir airoso prácticamente siempre cuando el defensa se la juega al todo o nada. Por este motivo, Dembélé es objeto de falta cada dos por tres.

Sin balón, a Dembélé hay poco que reprocharle. Se implica en la presión y corre hacia atrás cuando hay que correr. De hecho, se podría decir que incluso le gusta recuperar el balón en campo propio e iniciar el ‘yo contra el mundo’. A veces peca de individualista, aunque no es ese su principal punto a mejorar.

Como a muchos de los jugadores que poseen un gran uno contra uno, a Dembélé le falta a veces practicidad. Regatea para volver a esperar después al mismo jugador, dejando en papel mojado la ventaja obtenida.

Siguiendo con la comparación con Neymar, el Dembélé de hoy es lo que era el brasileño en sus primeros tiempos en Can Barça a nivel de números. De cara a portería le falta efectividad y sus números así lo demuestran: el curso pasado anotó solo seis goles en la Bundesliga. Eso sí, repartió hasta 13 asistencias -21 en el total del curso-.