Cuando despertó de su pesadilla, el Atlético descubrió que había conseguido un punto. No sabía ni cómo, ni por qué, ni siquiera cuándo, pero ahí estaba, vapuleado por un Alavés todo corazón, desgarrada esa solidez de la que tanto presume. Hundido como pocas veces. Pero, milagro, con un punto. Al trabajo de bombero de Moyá y a la falta de puntería de un Alavés infinitamente superior ha de agradecérselo Simeone, incapaz de levantar a su equipo de la lona, donde estuvo casi desde antes de saltar al césped.

Fue como si al Atlético le hubieran robado la esencia en sus propias narices. El equipo intenso, sólido atrás, oportunista en ataque, con laterales largos e incisivos, fue este Alavés al que la clasificación no hace justicia, pese a que hubieran firmado con sangre su actual posición al comienzo de la temporada. Hasta de ese punto provocativo tan característico de los ‘colchoneros’ se adueñó el Alavés, con Deyverson siempre presto al conflicto.

Ante la baja de Gabi, volvió a insistir Simeone en su apuesta por Koke y Saúl en el centro del campo y dos atacantes puros, Carrasco y Gaitán, ocupando las bandas. Fue un completo desastre, sin matiz alguno. Los extremos se inhibían cuando Femenía y Theo ganaban metros y entre la defensa y la medular existía un socavón permanente.

Oportunidades locales

Si el Alavés no se fue al descanso con ventaja, incluso amplia, fue porque la faltó puntería, su mayor debe en esta temporada. Los primeros 20 minutos de los de Pellegrino fueron brillantes, sólo existieron ellos en ese tramo inicial de bombardeo constante. La tuvo pronto Ibai, solo ante Moyá, pero se quedó dormido. También Camarasa, que se topó con una gran intervención de Giménez.

La lista se fue ampliando gota a gota. Laguardia la mandó al larguero, Deyverson desperdició un remate franco, Ibai disparó por encima de la portería… Un monólogo sólo interrumpido por un contragolpe de Carrasco que no llegó a Gameiro porque Feddal lo impidió.

Viendo que aquello no mejoraba y asustado por el crecimiento imparable de Camarasa, Simeone agotó los cambios a la hora de partido. Además del obligado de Savic por Giménez, lesionado, introdujo a Correa y a Torres. Como en San Mamés hace una semana, como en Ipurua hace tres días, ninguno de ellos sirvió de revulsivo.

Camarasa, rey del encuentro

De hecho, los cambios precedieron a un nuevo asedio albiazul. Camarasa era ya el rey del encuentro y hallaba socios por cualquier lado. Édgar lo intentó desde lejos, pero se encontró a Moyá, al igual que le ocurrió al canterano del Levante.

Cuando peor lo pasaba el Atlético, casi obra un milagro. Gaitán arrancó adelantado pero en su propio campo en un contragolpe que le dejó solo ante Pacheco. El delantero dudó un instante y el portero lo aprovechó para quitársela de los pies en una valiente.

El Atlético acabó el partido encerrado en su campo y asustado por si el cántaro, de tanto ir a la fuente, iba a romperse al final. Tuvo más oportunidades el Alavés en los minutos finales, pero este era el día para exhibir su mejor fútbol, pero no goles. Sólo cuando el árbitro pitó por última vez, el Atlético despertó y respiró.