Leo Messi, quien arribó de madrugada a Buenos a Aires, ya camina de nuevo con uno de los dos escudos que más quiere en el pecho. El -crack tocado después del último partido- podría haberse quedado recuperándose en una cómoda camilla de su club, pero decidió tomarse el avión y estar en el inicio del ciclo del Patón Bauza. De hecho la idea es que se vuelva a poner la 10 en el primer partido, con Uruguay el jueves, y ahí se verá si el dolor en el pubis le permite hacer doblete contra Venezuela.

El Messi rubio, quedó escrito, bajó del avión con su amigo y subcapitán Javier Mascherano. Tal vez por la hora, o porque en principio no tiene planificado hablar mucho públicamente, no hizo declaraciones a la prensa madrugadora. Pero por la mañana se lo vio en el predio donde se pensaba que ya no iba a estar después de la renuncia y hoy lo visitó como si nada hubiera pasado. En realidad, lo que pasó fue que contó por televisión su frustración pero no se hubiera permitido irse. El quiere ganar con esta generación notable que merece más que quedarse en la puerta de la gloria en tres finales seguidas.

Bauza, en su raid mediático de los últimos días, también le dio contención. “El no tiene que solucionar todos los problemas”. “Messi no tiene que ganar los partidos solo”. Esas dos frases y sus derivaciones conceptuales fueron repetidas por el entrenador para absorber la presión que siempre tiene el mejor jugador del mundo. Aunque ahora llegará lo importante: dejar de hablar de la renuncia, de sus dolores y ya de su andar en la cancha. El nuevo DT lo imagina arrancando desde de la derecha, en una línea de tres jugadores por detrás del 9 de referencia. Todo preparado para que Messi vuelva a brillar y a sonreír en celeste y blanco.