Se sintieron desafiados y respondieron. Los dirigentes de la Federación Ecuatoriana de Fútbol no se dejaron llevar jamás por la confusión y decidieron. Luego de 18 años, un mes y dos días, la entidad cambió de mando. Es el momento para que el Ingeniero Carlos Villacís coja el dominio.

El fútbol ecuatoriano está en una etapa de revisión permanente. Sus registros se repasan una y otra vez con el afán de aclarar ciertos detalles que dejan mucha incertidumbre, sin embargo dejar que ciertas grandes historias se olviden suena injusto. Es bueno recordar todo. Pero absolutamente todo. Sólo de esa manera es posible otorgarle a cada hecho su real valor.

Luis Chiriboga, quien está siendo investigado por un supuesto delito de corrupción, dejó la vara muy alta. Villacís estuvo junto al dirigente de los 8 mundiales (tres selección mayor, uno femenino, cuatro juveniles) durante sus cinco mandatos; seguramente habrá aprendido todo. Lo bueno y lo malo. Lo que debe de hacer y lo que no.

El alto rendimiento profesional requiere de estudiar y sumar todo lo que ayude a crecer. Más aún en el fútbol, donde el engaño permanente desafía a crear más que a obedecer. Carlos lll, por sus antecesores Carlos Baquerizo (1978-1980) y Carlos Coello (1982-1994) tendrá tres años para lograr mejorar la imagen institucional de la entidad rectora de nuestro fútbol, clasificar al mundial Rusia 2018, lograr una participación histórica en la Copa América y erradicar la crisis económica del futbol nacional.

“Villacís muestra un contraste muy marcado a lo anterior, equidad, transparencia. Hemos pedido informes y nos los han entregado, lo que antes no pasaba”, indicó en estos días uno de sus opositores, y, es cierto. Carlos es más bien un administrador y no un político; cauto, conservador pero a su vez determinante.

El organismo que él ahora preside debe ser sometido a una reestructuración total, deberá recoger todos los pedazos de credibilidad tirados por los suelos y armarlo cuan rompecabezas. Es la hora de demostrar toda su experiencia porque aquí no se trata de morir con las botas puestas, todo lo contrario. Un dirigente puede morir de mil maneras, pero cuando vive, seguro que es por no quitarse las botas.