Cuando vemos jugar a Barcelona y Emelec nos encontramos con dos equipos diametralmente distintos. Y esto fue exactamente lo que vimos ayer en la primera final del campeonato nacional. El hincha del fútbol genera muchas expectativas y se crea sus propias ilusiones. En esto no existe culpa alguna, es normal que aunque pienses que tu equipo no juega bien o comete errores, el llegar a una final tan importante te lleva a pensar que quizás por ese único día tu equipo jugará mejor y se convertirá en eso que no ha sido durante todo un año. Sin ninguna intención de desilusionar, pero esta idea nació y murió en la mente del hincha, porque en la final de ida Barcelona y Emelec se mostraron tal cual son, al menos lo que son por ahora.

Las realidades de Barcelona y Emelec son muy distintas y lo vienen siendo desde hace ya algunos años. En el caso de Emelec es un equipo que ha venido trabajando bajo un esquema de juego que le ha dado continuidad y mucho funcionamiento colectivo, es cierto que no siempre le ha dado resultados, pero que les ha permitido tener una identidad propia y sobretodo creer y tener confianza, saben a lo que juegan. Esto ha quedado demostrado porque desde el 2009 han peleado las instancias finales de todos los campeonatos, y aunque han tenido distintos directores técnicos, en líneas generales su juego no ha variado mayormente.

Barcelona presenta otra realidad. Exceptuando el campeonato del 2012, han sido años de contadas alegrías e innumerables decepciones. Situaciones extra futbolísticas han afectado al primer equipo y a esto se le suma que el funcionamiento colectivo nunca ha llegado a ser el idóneo. Los amarillos son un equipo que lleva muchos años sin identidad futbolística. Cada año es un borra y va de nuevo. No se ha trabajado en un proceso y esto ha provocado que cada nueva temporada el equipo deba intentar adaptarse a una nueva forma de juego, y esta adaptación no siempre da resultados.

La primera etapa de Barcelona fue muy mala. Ischia no supo qué hacer con el equipo y nada de lo que intentó funcionó. Llegó Rubén Israel, vio y analizó fríamente lo que tenía a su disposición. Como consecuencia tomó la difícil decisión de ser utilitario y práctico. Israel se dio cuenta que no contaba con los elementos necesarios para imponer un juego vistoso, y tampoco tenía el tiempo. El uruguayo se propuso jugar la final y lo logró. Para lograrlo se valió de un sistema defensivo, de la efectividad de Blanco y de una vez alcanzada la mínima diferencia en el marcador, aguantar el partido con lo poco que tenía.

Barcelona es errático en los pases, no hilvana jugadas, no arma paredes y se parte en la mitad de la cancha. No hay quién arme el juego ni quien distribuya la pelota. Los jugadores corren más que el balón y esto los desgasta. Abusan del pase a corto a Oyola y del pase largo a Blanco. Cuando tienen la oportunidad se van para adelante y con más ganas y corazón, que con fútbol, logran gol (es) agónicos, pero fundamentales. A pesar de todo esto, lo que hay que destacar es el ánimo y la entrega, no bajan los brazos y luchan hasta el final, y si no pueden luchar con argumentos, al menos resisten los golpes del rival.

Emelec presenta un juego colectivo con una marcada vocación ofensiva que producto de la continuidad les ha permitido llegar a jugar con un gran dosis de velocidad. Es un equipo que cuando ataca lo hace de manera grupal, todos van hacia adelante. Pero no es el equipo perfecto. Su pareja de centrales con Achilier y Guagua se ha convertido en su sector más vulnerable. Pierden las marcas con facilidad, pierden su posición y les cuesta recuperarla con rapidez. Su figura es Miller, y además eje fundamental para medir el rendimiento global de todo el equipo. El equipo sabe qué hacer cuando está Miller, pero le faltan las ideas cuando él no está. Oportunidades de gol no le faltan al plantel, su velocidad en los toques los lleva con mucha facilidad a pisar el área rival, pero es justamente ahí donde le crecen los problemas. Llegan al área pero una vez ahí no anotan. La falta de efectividad y concreción hacen que no puedan rematar los partidos como quisieran.

Una vez dicho todo esto de ambos equipos, quiero insistir que el próximo domingo puede pasar cualquier cosa y nada está dicho. Los conjuntos no van a cambiar y hacerlo a estas alturas sería un error aún mayor. El campeonato está para cualquiera de los dos, ¿será el utilitarismo y la practicidad, o será la velocidad colectiva con poca efectividad?

Ab.  Echeverría

Máster Internacional en Gestión y Marketing Deportivo

@pilumeneses